martes, 5 de diciembre de 2017

Angelus Novus-Bashkim Shehu: Diccionario universal de la infamia


*Esta reseña critica apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/angelus-novus-bashkim-shehu-diccionario-universal-la-infamia/


Diccionario universal de la infamia



El escritor albanés Bashkim Shehu firma en Angelus Novus (Siruela) uno de sus libros más personales y complejos. Es, por encima de todo, un trabajo de gran calado, quizás porque no se puede, o no se debe, afrontar a la ligera un material narrativo como el del sufrimiento humano. Es posible que este tipo de asuntos necesiten de la Gran Literatura, Shehu así lo ha entendido, y lo ha llevado a la práctica con un texto de profundidad filosófica y muchas virtudes literarias.

Durante más de 40 años, el tirano de AlbaniaEnver Hoxha, dominó el país con mano de hierro y lo sometió a la más profunda de las infamias: asesinatos, represión, crímenes…, que sumieron a la población en un estado de pavor dejando al país aislado de la comunidad internacional.

Fue el cuentista argentino Jorge Luis Borges quién publicó en 1935 un conjunto de relatos titulado Historia universal de la infamia (Alianza). En la Albania de Hoxha se dio tanta crueldad y vergüenza que se podría elaborar una historia particular —y albanesa— de la infamia. El libro de Bashkim Shehu es uno de esos tomos que deben, obligatoriamente, integrarse en esa gran enciclopedia que buscaría ilustrar el crimen llevado a cabo por los dirigentes del Partido del Trabajo de Albania y, por extensión, también de otros tiranos que han asolado la historia de Europa. Repasemos algunos aspectos del libro:

A de Albania: ¿Pero existe la literatura albanesa? A esta pregunta ya respondí en esta misma revista online, en el artículo Escritores de Albania: Literatura en el País de las Águilas. Puedes consultarlo aquí, donde, por cierto, ya dediqué unos párrafos a este Angelus Novus que ahora nos ocupa:


Así que, en efecto, la literatura albanesa existe, y es una literatura potente y jugosa, con algunos autores que se cuentan entre los mejores del continente: Ismaíl KadaréFatos Kongoli…, sin obviar que uno de los grandes pilares de la producción literaria de Albania es la poesía. El país ha alumbrado a algunos poetas prodigiosos, como el recientemente fallecido Dritëro Agolli, o Fatos ArapiXevahir SpahiuAgron Trufa y Mimoza Ahmeti, por sólo referirme a los contemporáneos, porque si echamos la mirada atrás nos encontramos con un excelso panorama lírico que ni las décadas de dictadura han podido anular: Esad MekuliMigjeni Naim Frashëri, entre otros muchos.

 Albania es algo más que aquella frase escuchada en un capítulo de los Simpsons, en donde se afirmaba que su principal producto exportable era su pensamiento político. Y mucho más que un país plagadito de búnkeres abandonados de cuando la paranoia del tirano Enver Hoxha a una invasión de occidente lo llevó a sembrar el país de casamatas.

B de Bashkim Shehu: Y claro, el autor de Angelus Novus es mucho más que un mero novelista albanés, desde luego, y es muy importante poder trazar su camino vital para comprender un poco mejor esta novela. Bashkim es hijo de Mehmet Shehu, político que estaba destinado a suceder a Enver Hoxha, y que fue víctima de un crimen de Estado en diciembre de 1981. Su caída arrastró a toda su familia y Bashkim pasó una larga temporada en la cárcel. Después, encontró refugio literario e intelectual en Barcelona.

Sobre la caída en desgracia de Mehmet Shehu se ha escrito una novela excelente: El Sucesor (Alianza Editorial), cuyo autor es Ismaíl Kadaré. Puedes consultar una reseña crítica de esta obra en mi blog En la Kadaria, sitio online sobre obra y crítica dedicado al novelista Ismaíl Kadaré:


C de Condena: La novela de Bashkim Shehu es una autoficción biográfica en donde se trata de reconstruir, a golpe de recuerdos, la vida de Mark Gjoka, o Mark Shpendi, el preso de los dos nombres. Ambos cumplen condena en el penal albanés de Burrel, y los motivos que los han llevado allí son políticos. Shehu es el hijo del ministro caído en desgracia y paga, en parte, los crímenes del padre. Entre ellos, una retahíla de absurdas acusaciones, como la de que el Ministro era un poliagente al servicio de innumerables potencias extranjeras, cargos que ahora se prolongan en el castigo extensivo a la familia.

El castigo y la condena son dos resortes que articulan la vida en la Albania de Hoxha. Todo el mundo es culpable de algo. En el caso de Gjioka/Shpendi, su pecado fue un intento de huida del país: 20 años de condena. Después, ya en la cárcel, recibió una nueva pena, e incluso, se le aumentó con una tercera.

Este proceso, que estigmatizaba al preso catalogándolo como preso R, era una práctica habitual en el sistema carcelario comunista. Como ocurría en el exterior, donde casi cualquier comportamiento podría hacerte dar en la cárcel, en el interior se reproducía la arbitrariedad del castigo, aumentando las condenas de los prisioneros sin razón alguna. Testimonios de este funcionamiento los hay a miles, y cito a vuela pluma autores como Solzhenitsin o Varlam Shalamov, que lo reflejan en sus escritos.
Aparte de minar la resistencia del preso —que cuando más cerca se encuentra de su liberación retorna a la casilla de inicio en una especie de juego de la oca cruel—, esta ignominiosa aplicación del concepto de Justicia sublima el espíritu kafkiano de la culpa y la condena, exacerbando aquellas palabras que dan arranque a la novela El proceso (Alianza):

Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido”.

Esta situación, claramente dirigida a socavar la voluntad de los prisioneros para hacerlos manejables, devengaba en lo que Shehu califica como:

la neurosis carcelaria, la crisis depresiva o la negra desesperación”.

Un estado de angustia que solía conducir a repetidos intentos de suicidio. De hecho, Gjioka/Shpendi intenta quitarse la vida, pero fracasa. Y desde ese acontecimiento, Bashkim Shehu revive el período pasado con él, las circunstancias de ambos, en una reflexión sobre el tiempo carcelario, las culpas y los castigos de un sistema pendenciero y cruel, y el intento de llevar a cabo una huida intelectual de entre los muros de la prisión.

En cierto modo, además, la novela es un ajuste de cuentas del autor con el Régimen, como si al recordar la historia de Gjioka/Shpendi llevase a cabo una cierta venganza. No en vano, la historia se pone en movimiento gracias a esta afirmación de Flaubert que el autor quiere cumplir:

Cuando escribas la biografía de un amigo, debes hacerlo como si te estuvieras vengando en su lugar”.

D de Doble: La complejidad, enorme, de esta novela, radica en buena parte en el juego de espejos propuesto por el autor. Desde el doble nombre de Gjioka/Shpendi, pasando por la proyección externa-interna de las vidas en libertad contrapuesta a las vidas en la cárcel, además de la presencia permanente de la figura del escritor Walter Benjamin, un referente que hace las veces de espejo sobre el que se reflejan los personajes del libro.

Los deseos de huida de los presos son los mismos anhelos que los de Benjamin intentando escapar de la Europa nazificada; los intentos de suicidio encuentran réplica en el suicidio consumado que llevó a cabo en Port Bou; el pensamiento filosófico es una réplica del ideario de Benjamin en relación a la Historia y a sus circunstancias; la cárcel comunista reproduce la cárcel de la Europa nazi. El juego no acaba aquí, los espejos se multiplican, se reproducen unos en otros, aportando una riqueza y una complejidad que dotan de relieve a la novela.

E de Enver Hoxha: Para bien, o para mal, la presencia del tirano fue un deus ex machina en la vida de los Shehu. Primero, tomando a su padre Mehmet como su sucesor, y llevándolo hasta la cumbre de la vida política albanesa. Después, cubriéndolo de acusaciones infundadas y asesinándolo en un crimen que el Estado se esforzó en disimular con los ropajes de un suicidio más que dudoso y, además, barriendo toda presencia de su familia. Aquello sumió a Albania en una de las peores crisis, desencadenó el pavor, las purgas, activó los resortes punitivos, y amontonó a las víctimas, los acusados y los procesados.

F de Fronteras: En un régimen totalitario como el de Albania, la compartimentación del pensamiento, de las personas, de los lugares, era un recurso obligado a la hora de poder controlar a la población. Por eso, esta novela trata de la batalla de los hombres libres contra las fronteras, tanto geográficas como intelectuales. Walter Benjamin tropezó con una de las últimas fronteras que lo separaban de la libertad. Acosado en una fonda de Port Bou, temeroso de que las autoridades españolas lo devolvieran a las autoridades alemanas, olvidó su anhelo de alcanzar los Estados Unidos, para sentirse libre, e inmortal, a través del suicidio.

La frontera que detuvo a Gjioka/Shpendi en su fuga de Albania, o los muros del penal, reproducen un laberinto fractal de compartimentos que buscan encerrar al hombre en la nuez del sistema represivo. Angelus Novus no es tanto un libro de fronteras, sino de cómo evitarlas incluso sin moverse del sitio: con el mero pensamiento. El pensamiento como resistencia al Régimen. Al final, el pensamiento es la frontera que divide la vida de la muerte.

G de GULAG: El aparato represivo de Hoxha puso en pie una serie de penales que eran como islotes en donde vivían aislados los prisioneros durante décadas. En eso, se asemejaba al Archipiélago GULAG que inmortalizó Solzhenitsin al referirse al entramado de campos concentracionarios estalinistas. Solo que aquí, se trata de un islote GULAGShehu establece una correspondencia entre la Dirección de los Destacamentos de Reeducación y Prisiones albanesa y la Glavnoe Upravlenie Lagery soviética.

H de Huida: La huida de Walter Benjamin de una Europa asolada es el paradigma de la huida universal. Una huida que lo deja todo atrás, incluso la identidad. Una huida que, al final, pretende ser un escape de sí mismo y que no puede sino culminarse con el suicidio, acto supremo de evasión.

I de Ismaíl Kadaré: El más grande autor albanés, y uno de los más importantes de la narrativa europea actual, está siempre presente, de una u otra forma, en el libro de Shehu. Primero, en los paratextos, dado que una cita suya elegida por la editorial aparece en la contraportada. En ella defiende la “rara originalidad” del libro de Shehu, y se felicita por que haya encontrado una nueva forma literaria para denunciar las atrocidades de la época comunista.

Además, el recuerdo y la presencia de Kadaré en el texto es persistente: nadie como él para hablar de intentos de huida (ya sea exterior o interior) de la tiranía. Ninguno como él a la hora de poner negro sobre blanco las perversiones de Hoxha y de los suyos. Un camino abierto que luego han sabido seguir, de forma espléndida, autores como Fatos Kongoli o el propio Shehu.

J de Jaque: Una de las formas más habituales de domeñar el tiempo carcelario es jugando al ajedrez, un juego que, además, permite una serie de reflexiones sobre el totalitarismo. Una tradición que utilizó Benjamin en una alegoría para ilustrar la lucha de clases, y Stefan Zweig para denunciar el control mental, y brutal, del nazismo en Historia de Ajedrez (El Acantilado). Para Shehu, además, detrás del juego se encuentra un atisbo mortal, porque el ajedrez siempre convoca a la muerte en cuanto desafío al tiempo y al espacio.

K de Klee: Será un dibujo del pintor suizo, el denominado Angelus Novus, el que sirva a Benjamin para formular su alegoría sobre el Ángel de la Historia. Y ese mismo dibujo cumple su función de ligazón para la novela. El Ángel de la Historia activa el juego de espejos entre los presos albaneses y Walter Benjamin, moviliza el libro en una dirección: la reflexión sobre las paradojas del Estado, sobre el miedo a sus enemigos, sobre cómo actúa la Historia de forma arbitraria y cruel, dejando ruinas y desolación a su paso. Es la Historia entendida como una cadena de catástrofes.

L de Leibniz: Concretamente la mónadas de Leibniz. Un ejemplo del carácter filosófico de la novela:

El penal de Burrel, con sus celdas separadas como una serie de mundos paralelos, no menos aisladas y lejos unas de otras que el propio penal del resto del universo, él lo imaginaba como un imago mundi, comparándolo unas veces con la multiplicidad de mundos según Demócrito y otras con las mónadas de Leibniz, universo encerrado en sí mismo, pero en el que cada una, en su parte oscura, o inconsciente en sentido leibnziano, como en un espejo invisible, reflejaba todas las demás mónadas”.

Un concepto recursivo y fractal que ilustra la proyección interna-externa del libro, que abarca desde lo más profundo del pensamiento de los presos hasta el aislamiento global del propio país. En un equilibrio cuántico (si tal equilibrio fuera posible), Shehu coloca en una puesta en abismo al individuo en el centro del sistema penal, y lo expande repetidas veces hasta la enormidad de la isla GULAG albanesa.

M de Mehmet Shehu: El padre de Bashkim Shehu, como ya he comentado, es el culpable de que esta novela exista. Su liquidación fue motivo de una gran conmoción en Albania. Pero que fuera víctima de una purga, de un crimen de Estado, no puede hacernos obviar que Shehu, como Primer Ministro del país y mano derecha de Hoxha, era partidario de la línea dura, que ya había practicado durante su posición como Ministro del Interior. Desde su cargo, contralaba a la Sigurimi, la temible policía sereta del régimen. Esto significa que, para ostentar semejante poder, y postularse como sucesor del Líder, su política represiva y violenta era acorde con los delirios criminales de Hoxha.

Mehmet Shehu fue víctima de un juego criminal llevado a cabo entre criminales. Puede que fuera porque presumió de su nueva casa frente al Líder, algo que yo no me termino de creer, o porque su hijo mayor fuera a contraer un matrimonio con una mujer de familia poco afín con el régimen, y no autorizado por Hoxha, o tal vez por otros oscuros motivos, pero todo el peso del sistema gansteril que representaba el Ministro se revolvió contra él y lo pagó con la vida.

La venganza prolongada sobre la familia inocente es una costumbre que viene de lejos: ya en el Imperio romano se liquidaba a la prole del César depuesto, y los nazis limpiaban la descendencia y ascendencia del traidor a la patria basándose en que era una sangre contaminada que era necesario purificar.

Shehu cumplió las órdenes de Hoxha e impuso una represión muy intensa sobre la disidencia, en particular con todo lo que venía desde Yugoslavia (país del que luego, paradójicamente, fue acusado de ser un espía).

N de Nombres: Es la necesidad de nombrar, para que nunca se olvide la infamia, uno de los recursos fundamentales para activar el recuerdo. Los nombres desencadenan un proceso de recuperación de la memoria. De ahí la importancia de repetir, casi como en un mantra, Gjioka/Shpendi o Walter BenjaminShehu sucumbe así a la imperiosa necesidad de dar testimonio y de pronunciar algunos de aquellos nombres para que permanezcan recordados, esa forma de no olvidar la barbarie. Y qué mejor solución que la de grabarlos a fuego en el interior de su literatura porque, de allí, jamás podrán ser ya borrados. En sus páginas, los ha resucitado.

El objetivo regenerador de la literatura se ha cumplido, porque manteniéndose la literatura viva se mantienen vivos a los demás. De esta forma, en la novela de Shehu, mediante esa resurrección literaria, se aúnan los términos catarsis y conjura, lo que nos lleva a esa eterna función depuradora de la literatura.

Al desempeñar su papel social y espiritual, el escritor está revelando a los ojos de los lectores cómo ha sido el mal y, con ello, en cierto modo, reparándolo retroactivamente. Es necesario saber lo que ha ocurrido, y hay que interpelarse acerca de quienes lo permitieron o de quienes lo llevaron a cabo. Estas preguntas tienen un efecto catártico en los lectores, tal y como admite el escritor Julio Cortázar que le ocurre cuando lee los poemas de Juan Gelman, y así lo manifiesta en su célebre prólogo —titulado Contra las telarañas de la costumbre—porque:

Hay poemas que son solamente preguntas (...) Cuando Juan pregunta se diría que nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para después ser más lúcidos hacia el futuro”.

Esto es exactamente lo que nos ocurre con el libro de Shehu, que además podemos encadenar con ese movimiento de cuello del Ángel de la Historiase produce, así, toda una revelación y los poemas, las novelas, la escritura, la literatura, se ha convertido, ahora, en una cuestión de responsabilidad colectiva. Ya no se puede mirar a otro lado, ya basta de eso: el escritor es responsable, él no desvía la mirada y hace que nosotros, sus lectores, tampoco lo hagamos. Esa responsabilidad colectiva literaria convierte al hombre en objetivo y preocupación del hombre, y posibilita la elaboración de novelas en tiempos de resistencia como las que llevan a cabo Ismaíl Kadaré o Bashkim Shehu.

La función de nombrar a los muertos, a los prisioneros, a los represaliados para, así, repararlos, es muy similar a la que cumple el personaje de Joshepine en la obra de teatro Litoral (KRK ediciones) de Wadji Mouamad: en ella, la mujer arrastra la carga de enormes listines telefónicos con los nombres de familias enteras que han desaparecido por la guerra, masacradas, y que si ella no los memoriza nadie los recordaría jamás (y una vez memorizados consigue deshacerse de los listines arrojándolos al fondo de un mar extraordinariamente metafórico en el contexto de la obra). De aquí, la importancia que tiene para Shehu repetir el doble nombre de Gjioka/Shpendi o el de Walter Benjamin. Mentarlos ya es un cierto tipo de salvación.

Ñ contenida en España: Ha sido en España en donde Bashkim Shehu ha encontrado, finalmente, refugio. Después de una condena de ocho años, fue liberado en 1991 y tras unos años entre Budapest y un intento de regreso a Tirana, finalmente se exilió en Barcelona, donde fue acogido por el Parlamento Internacional de Escritores dentro de su programa de Ciudades Refugio. Shehu obtuvo la nacionalidad española y desde entonces, aparte de su tarea como novelsita, se ha dedicado a la traducción al albanés de autores catalanes y castellanos.

O de Onírico: Dentro de un recinto tan limitado, de libertades constreñidas, los sueños serán una de las válvulas primordiales de escape para los condenados. De esa forma, la novela Angelus Novus aparece repleta de ensoñaciones y retazos de sueños, circunstancia especialmente acicateada por el carácter onírico de muchas de las leyendas y tradiciones albanesas, que coquetean habitualmente con la delicada línea que separa el terreno de la vigilia y del sueño, y de las que Bashkim Shehu no puede evitar hacerse eco para instalarse en esa tradición.

P de Penal de Burrel: El penal de Burrel es uno de los escenarios principales en donde transcurre la acción (o quizás debería decir la inacción) de la novela. Concebido como prisión ya en 1937, durante el reinado del rey Zog, no se llevó a término hasta 1939. Entendido como un lugar de reclusión de máxima seguridad, durante el mandato de Hoxha se destinó, fundamentalmente, a la reclusión de prisioneros políticos, que fueron torturados y maltratados sistemáticamente. Los más altos mandatarios caídos en desgracia solían dar con sus huesos en esta cárcel, así como intelectuales. El escritor Fatos Lubonja, por ejemplo, fue uno de los internos. Tras un tiempo de cierre, el penal volvió a ser reabierto, estando en funcionamiento en la actualidad.

Q de Quántico: En efecto, con la letra Q, tal y como el crítico y estudioso Manuel García Viñó denominaba a este tipo de novela en sus trabajos sobre Literatura Quántica. Ya he ido ilustrando a lo largo de este artículo algunos de los aspectos que hacen de Angelus Novus una novela quántica, tales como el marcado elemento de la recursividad, de la fractalidad, de las puestas en abismo, del juego de espejos, de la estructura laberíntica, del tratamiento del espacio y del tiempo en un cronotopo ciertamente quántico, con mundos paralelos y posibles, todos conviviendo a la vez, y líneas temporales coincidentes, así como saltos (abundancia de prolepsis y analepsis) y un tratamiento particular del tiempo carcelario mezclado con el tiempo mental.

Todo ello convierte a esta novela en un libro quántico, porque quizás no existe otra forma para enfrentarse a la historia que Bashkim Shehu pretende contar, o tal vez porque el mismo Ángel de la Historia, en su escorzo que abarca diferentes tiempos a la par, ya sea quántico de por sí.

R de Reincidente: No sólo se califica de reincidentes a los prisioneros a los que se les incrementa la condena de forma arbitraria. Esa reincidencia también se alberga en una frustrante repetición de la Historia, de la personal e infinitesimal, y de la enorme, política y continental. La historia de los países, en este caso del país, Albania, se repite con la misma crueldad que resulta insoportable para los presos. No parece existir una explicación satisfactoria que pueda hacernos comprender la deriva del sufrimiento humano, que se perpetúa una y otra vez en el tiempo.

S de Siruela: En su momento, fue Alianza Editorial la casa que, mediante la creación de una biblioteca Kadaré, enarboló la publicación de la literatura albanesa en español. Kadaré fue puesto al día, después de que una parte de sus obras ya habían sido publicadas gracias a la valentía de un editor, Mario Muchnik, que había sabido contar con un prodigioso traductor, Ramón Sánchez Lizarralde.

Ahora, transcurrido un tiempo, y con el empeño de publicar obras de Kadaré por parte de Alianza completamente desvaído, ha sido la editorial Siruela la que ha recogido el relevo de la edición de la literatura albanesa vertida al español. Así, además de dar luz a un par de ensayos minoritarios y lúcidos del propio Kadaré, se ha convertido en la casa de Fatos Kongoli (con seis novelas publicadas), y ha sacado este Angelus Novus de Bashkim Shehu. Es deseable que el intento no se detenga aquí, que tal vez podamos ver algunas de las obras todavía inéditas de este autor, así como de las que, publicadas en su momento en español son ahora prácticamente imposibles de encontrar. Y ya puestos a pedir, que se retome el catalogo pendiente de Kadaré, así como el de otros interesantes escritores albaneses. Creo que Siruela sería un lugar magnífico para todos ellos.

T de Traductora: El fallecimiento de Ramón Sánchez Lizarralde en 2011 fue un duro golpe para todos los albanistas. Yo, por entonces, me encontraba terminando mi tesis doctoral sobre Ismaíl Kadaré, y quedé completamente conmocionado por la noticia. Afortunadamente, tras un lapso de tiempo, María Roces González, su compañera y heredera de sus derechos de autor, ha empezado a comandar las nuevas traducciones de Kadaré y, también, de este Angelus Novus de Bashkim Shehu.

U de Universo: Todo un universo de sufrimiento se alberga entre las tapas del libro. Un universo sujeto a las leyes de la física cuántica, en donde Albania encierra el dolor en sus cárceles con celdas que son como ataúdes en donde sufren los prisioneros que concentran su padecimiento en el interior de sus cerebros. Este concepto total de Universo encerrado sobre sí mismo, desde las celdas al GULAG y viceversa, como la parte pequeña de un todo mayor, dota de sentido al texto, que se nos aparece, desde ese punto de vista, como una emanación solidificada de todo el mal que padecieron aquellos hombres del Penal de Burrell.

V de Vacía: Confesión frente a una tumba vacía (Península) era sido el único libro, hasta la fecha, que pude leer de Bashkim Shehu, y eso sólo después de conseguirlo tras mucho batallar en listados de librerías de lance y aguardar con paciencia una oportunidad. El libro nos habla de la peripecia de Shehu por encontrar la tumba de su padre Mehmet, y los infructuosos intentos que lleva a cabo. Podría entenderse como una parte de un díptico que se completase con este Angelus Novus, en donde las acciones del hijo siempre vienen prefiguradas por esos comportamientos del padre en el pasado, que se han proyectado en el futuro.

W de Walter Benjamin: El escritor, filósofo, intelectual y uno de los pensadores más importantes de la primera mitad del siglo XX, es el verdadero protagonista del texto. O al menos, lo es al estilo de Virgilio en la Divina Comedia de DanteShehu escoge el devenir de Benjamin para ilustrarnos su descenso a los Infiernos albaneses, como Dante se deja guiar hasta el Purgatorio por el poeta. Si Virgilio es un padre para DanteBenjamin es un camarada hermanado en el sufrimiento para el albanés, que alumbra todo el libro con su luz de faro fundamentada en su concepto de Historia como una creación alegórica. Ahí radica el porqué de la aparición de Walter Benjamin en este complejo texto y su multiplicidad de significados.

X de Xheladin Bey: El otoño de Xheladin Bey (Editorial del Oriente y del Mediterráneo) es una novela del autor albanés Mitrush Kuteli, seudónimo tras el que se ocultaba Dhimitër Pasko, uno de los grandes represaliados del régimen de Hoxha. Se trata de un compendio de relatos fuertemente asentado en la oralidad, una pequeña Mil y una noches albanesas, si se me permite llamarlo así, en donde la figura del Bey, un hombre caprichoso y lascivo, representa y encarna lo terrible del régimen comunista. El componente oral de estos cuentos establece un puente directo con el discurso de Bashkim Shehu en Angelus Novus, dado que el principal objetivo de la novela es dar testimonio, como ya he comentado más arriba, convirtiendo toda esta literatura en un ejercicio de memoria. Y qué mejor asentamiento para la memoria que la oralidad.

Y de Ymeri: El último viaje de Ago Ymeri (Meteora) es la otra novela de Bashkim Shehu publicada en español y que he sido incapaz de encontrar. Se trata de una novela sobre los mitos albaneses, el misterio de sus leyendas y la forma en que estas pueden oponerse a la tiranía. El texto trabaja la leyenda del retorno del muerto, una presencia muy habitual en la escatología albanesa. Y es curioso, porque este tipo de muertos en vida, o de muertos que regresan de la tumba, se asemeja perfectamente con el estado de los prisioneros políticos de la Albania de Hoxha, con los desterrados, con todo el pueblo condenado al aislamiento y a una especie de enterramiento ideológico en vida.

Z de Zombi: Abundando en el planteamiento anterior, el final de Gjioka/Shpendi en la novela, ciertamente desmemoriado, extraviado en una habitación, ido, sí que recuerda a un zombi, a un muerto en vida, a un cadáver que haya transitado por el vudú de la Albania de Enver Hoxha, al igual que el Walter Benjamin de la novela es, desde el principio, otro integrante de esa legión de condenados, que acabara topándose con el destino de su muerte en Port Bou, haga lo que haga, y dejándonos un velo de preguntas y de angustias al alcanzar el término de esta sobrecogedora e incómoda, tanto como necesaria, Angelus Novus.

lunes, 17 de julio de 2017

Albania: Literatura en el País de las Águilas

*Este artículo apareció en el sito achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/albania-literatura-pais-las-aguilas/


Esta semana he vivido muy cerca el efecto (para bien) de las redes sociales y del mundo globalizado de Internet. El detonante fue una entrevista que me hizo Maria Isabel Orgaz para leerenmadrid.com. En ella, se hablaba de mi tesis doctoral sobre el escritor albanés Ismaíl Kadaré. Gracias a esto, de manera sorprendente y con una rapidez fulgurante, me encontré, convenientemente traducido, como noticia de portadilla cultural en numerosos medio digitales de Albania y de Kósovo. Los misterios de Internet sólo son comparables a los enigmas que la literatura albanesa pueda encerrar para un lector medio en España. Pero escritores, además de Ismaíl Kadaré, hay muchos, y algunos están publicados en nuestro país.

En efecto, la literatura albanesa parece algo exótico y distante, una quimera, pero lo cierto es que el País de las Águilas alberga una enorme tradición literaria de grandes autores que, ni los 41 años de voraz dictadura estalinista, pudieron aniquilar. Y ya que me refiero al tirano, a Enver Hoxha, voy a recomendar una novela que acaba de aparecer en la editorial Siruela, por mano de un autor muy particular: Bashkim Shehu. Se trata del libro Angelus Novus.

Bashkim Shehu, efectivamente, es un autor peculiar. Y lo es por ser quién es. Es decir, el hijo de Mehmet Shehu, personaje que estaba destinado a suceder al mismísimo tirano Hoxha. Mehmet se caracterizó por imponer las políticas de Hoxha con mano de hierro, y como no, la represión, hasta colocarse como claro aspirante a tomar el relevo en el mando cuando el tirano faltara. Sin embargo, un turbio tejemaneje acabó con la vida de Mehmet en un asesinato político, y su caída en desgracia arrastró a toda su familia. Bashkim, el hijo, terminó refugiado en Barcelona, desde donde pudo dar rienda a su vocación como escritor. Sobre esta misteriosa caída en desgracia de El Sucesor, hay una excelente novela de Ismaíl Kadaré con ese mismo título, publicada en Alianza Editorial.

Pero volviendo a Bashkim Shehu y su obra: antes de este Angelus Novus que acaba de editar Siruela, ya tuvimos ocasión de leer otro de sus libros, Confesión frente a una tumba vacía: sueño autobiográfico (Península), un muy buen texto en donde Bashkim narraba las peripecias desagradables e infructuosas derivadas de su inmersión en el proceso para encontrar la tumba de su padre asesinado por Hoxha. Además, aún hay otro libro de Shehu traducido; se trata de la más que interesante novela El último viaje de Ago Ymeri, publicado hace años por la editorial Meteora y, hoy en día, prácticamente imposible de encontrar. Señores de Siruela, tomen nota para acometer una nueva edición de un texto que bebe de riquísimas fuentes oníricas, de las tradiciones y de las leyendas albanesas.

Y si se trata de recopilar esta prodigiosa sabiduría popular, se publicaron en español dos volúmenes imprescindibles: Cuentos populares albaneses (Miraguano), y El agradecimiento del muerto (Alberdania). En ambas recopilaciones figura como compilador Ramón Sánchez Lizarralde, toda una bendición para la popularización de las letras albanesas en España. Lizarralde fue el traductor de Ismaíl Kadaré al español, y un raro lujo para los lectores. Es una de las claves de la imponente presencia de Kadaré en nuestra lengua, que incluso cuenta en Alianza Editorial con una biblioteca personal que lleva su nombre. Mientras en otros países han volcado a Kadaré desde una traducción previa del inglés o del francés, es decir, en retraducciones, en España contamos con el lujo de Sánchez Lizarralde, que lo hacía directamente desde el albanés, la lengua de escritura original. El resultado: un Kadaré más completo y cercano a los lectores que en cualquier otra traducción. El fallecimiento de Lizarralde fue un duro varapalo pero, afortunadamente, María de Roces, su compañera sentimental y que trabajó mano a mano con él en muchas de las traducciones, ha tomado el relevo.

Quizás sea, actualmente, Fatos Kongoli el autor que más se aproxime a la monumentalidad de la obra de Kadaré, aunque todavía le resta un enorme camino por recorrer. De este magnífico escritor, con seis libros editados por Siruela, recomiendo La vida en una caja de cerillas, Una nulidad de hombre y Piel de perro. Son novelas determinantes para comprender la Albania moderna y cómo intenta sobrevivir y convivir con el peso que arrastra del terrible pasado.

Por supuesto, aún existen algunos libros más de literatura albanesa en español: El otoño de Xheladin Bey y otros relatos, de Mitrush Kuteli y publicado en Ediciones del oriente y el Mediterráneo, o la sorprendente El tiempo de las cabras (Libros del Asteroide), del diplomático macedonio —pero que escribía en albanés— Luan Starova. Muestra de la enorme riqueza lírica de la literatura albanesa es la magnífica cosecha poética de sus autores. Un pedacito de ella puede paladearse en La prueba de la tierra. Tres jóvenes poetas albaneses (editado por la Diputación Provincial de Málaga), que recoge muestras de la obra de Agron Trufa, Ervin Hativi y Gentian Çoçoli, y que se complementa con otro poemario también publicado por la Diputación de Málaga: la obra de Mimoza Ahmeti titulada Delirium.

No quiero terminar sin referirme a una escritora excelente, Ornela Vorpsi, con dos obras tan sorprendentes como duras: El país donde nadie muere, y Puro veneno, ambas editadas por Lumen. Si bien Ornela escribe en italiano, no he querido dejar de mencionarla, porque es una escritora albanesa que despliega toda una cosmogonía propia en sus obras, que bebe y comparte fuentes comunes con el resto de los autores albaneses.

Y no voy a dejar de lado a Kadaré en un artículo sobre literatura de Albania. Muchas son las obras que se podrían recomendar de este autor mayúsculo y memorable que debemos celebrar como un patrimonio cultural de todos los amantes de la literatura. El lector siempre encontrará belleza, o un motivo de estremecimiento o de entusiasmo, en sus libros. Ya sea en su primera novela, El General del Ejército muerto, o en El cerco, Abril Quebrado, El Palacio de los sueños, El Nicho de la vergüenza, Spiritus, El accidente o La cena equivocada… tan sólo un puñado de libros tomados de una obra de una riqueza y una variedad tan fascinante como aplastante.

Com no podía ser de otra forma, en una literatura tan deslumbrante, muchos son los autores que merecerían ser vertidos al castellano, muchos más de los que hasta ahora han sido publicados. En esa lista de espera para dar el salto a nuestras letras están, entre otros, Migjeni, poeta de principios del siglo XX, o el recientemente fallecido Dritëro Agolli, y Petro Marko, Esad Mekuli, Fatos Arapi, Xhevahir Spahiu, Rexhep Qosja o la propia mujer de Kadaré, Helena Kadaré, propietaria, también, de una interesante obra.


Todas estas ediciones en español a las que me he referido, de excelentes autores, cuando no excepcionales, nos acercan la riqueza de esta literatura y demuestran que las letras albanesas existen: y no solo eso, sino que vuelan muy alto porque, no en vano, se trata de la literatura del País de las Águilas.

domingo, 16 de julio de 2017

El Palacio de los Sueños (2)



*Esta reseña apareció originalmente en el sitio minuevaeadad.com:

https://www.minuevaedad.com/actualidad/2017/7/5/el-libro-del-mes-el-palacio-de-los-suenos/

Título: El Palacio de los sueños
Autor: Ismaíl Kadaré
Editorial: Cátedra
Número de páginas: 232
Año: 1981

¿Literatura albanesa? ¿Pero eso existe? Entendería que muchos se hicieran esta pregunta al leer la reseña de una novela de un autor albanés, del mejor autor albanés de la historia, y de uno de los novelistas fundamentales del siglo XX y parte del XXI; y además, candidato eterno al Nobel, premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2009 y ganador del prestigioso Man Booker Internacional. Estas credenciales son más que suficientes para responder a la pregunta: Sí, existe la literatura albanesa. Y El Palacio de los sueños, una de sus cumbres, es una de las novelas claves de finales del siglo XX.
Ismaíl Kadaré desarrolla su narrativa inmerso en el abismo del terror de un Estado totalitario y sanguinario: la Albania comunista de Enver Hoxha. Escribir, y tratar de ir en contra de los preceptos del realismo socialista, significaba jugarse la vida. El Palacio de los sueños es una de las apuestas más arriesgadas de Kadaré, que lo colocó al borde del desastre. La obra fue censurada durante siete años y Kadaré acabó seriamente amenazado por el Régimen. ¿Qué representaba esta novela para resultarles tan peligrosa a los dirigentes del Partido Comunista de Albania?
El Estado totalitario es un engranaje que tritura a los individuos, incluso controlando sus pensamientos: porque el Palacio se encarga de recolectar, estudiar, clasificar e interpretar, los sueños de todos los súbditos del Imperio. Necesita encontrar, entre ellos, los que denuncien futuras conspiraciones para que así puedan ser reprimidas antes de que ocurran; nada puede ser más arbitrario. Tal y como sucedía en el Régimen de Enver Hoxha, un sistema erigido a golpe de sospechas, consolidado con juicios sumarísimos y asesinatos. Esa es la denuncia que ejerce Kadaré en esta novela repleta de símbolos y situada en el Imperio Otomano durante sus tiempos de ocupación de Albania como escenario para, así, establecer una comparación, sin nombrarlo, con el Régimen albanés. Kadaré construye uno de los mayores alegatos contra el totalitarismo comunista, sin mencionar ni una vez al tirano, ni a Stalin, ni a la Unión Soviética, ni a nadie.
Esto es posible porque la novela de Kadaré alcanza mucho más allá, cargada con unos componentes kafkianos y oníricos demoledores. El texto entronca con el imaginario sobre el control de las masas desplegado por George Orwell en su obra 1984. El tema de las novelas de Kadaré siempre gira en torno a la alienación del individuo dentro de una sociedad, la mayoría de las veces zarandeado por reglas tan inhumanas como incomprensibles. En el seno de la distopía se inserta un funcionario, Mark-Alem, que hará carrera en el Palacio, recorriendo todos los estamentos y aprendiendo de las prácticas para descifrar los sueños indeseables. El sistema opera con una malignidad repulsiva y aterradora.

Por todo ello, El palacio de los sueños fue una novela muy peligrosa para su autor, un texto con el que los integrantes de la inteligencia política del Estado de Enver Hoxha se sintieron amenazados. Esta novela, que merece ser calificada como una obra maestra de Kadaré —y no es la única, afortunadamente—, es también la mejor forma de trabar conocimiento, gracias a un texto fascinante, absorbente e inquietante, con una de esas literaturas marginales que encierran obras y autores mayúsculos. Y, por supuesto, la manera en que, una vez descubierto por el lector, Kadaré lo acompañe ya para siempre, con la excelencia de su obra y el descomunal grito de su denuncia.

domingo, 12 de marzo de 2017

Cuestión de locura -volumen de novelas cortas- (ficha bibliográfica)


           Libro que recopila, bajo ese título, cuatro novelas cortas: Cuestión de locura, que da título al volumen y versa sobre las de las leyendas de la tierra, que reflejan ritos, mitos, supersticiones, dinastías y tradiciones del pueblo albanés, milenarias y arraigadas, al igual que La estirpe de los Hankoni, y otras dos sobre el tema del Estado –tiranía, totalitarismo y poder estatal–, que son El desprecio y Días de juerga.


-Ediciones en España:

1-Alianza Editorial. Madrid: 2008. 320 p. vol. Traducción del albanés de Ramón Sánchez Lizarralde. Colección Alianza Literaria, nº 216.

Cuestión de locura -novela corta-


 
Cuestión de locura es la nouvelle que da título al volumen publicado en España que aglutina otras tres obras: El desprecio, Días de juerga y La estirpe de los Hankoni. En ella, encontramos una narración biográfica en primera persona con una voz que es la continuación de esa voz infantil que hablaba en Crónica de la ciudad de piedra. La narración prosigue, por tanto, como una continuación de los acontecimientos que se habían interrumpido al final de la Crónica, con la llegada del comunismo a Albania y el término de la Segunda Guerra Mundial.

La voz infantil había dotado a la Crónica de un ambiente mágico, y revestido con un aura irreal e imposible muchos de los sucesos brutales y sangrientos, como única forma de poder ser relatados desde el punto de vista de un niño, algo que ahora, en Cuestión de locura, contribuye a que se genere un clima desquiciado e inestable en donde las cosas resultan todavía más descabelladas gracias al punto de vista desde donde están siendo contadas. Y en mitad de ese clima enloquecido se agranda el misterio principal que nunca llega a resolverse en la narración: el Partido Comunista. Tan misteriosos, místicos, extraños, absurdos, siniestros, resultan los comunistas para el niño-narrador como lo son, finalmente, para el lector, que no logra desentrañar el gran enigma que significan: “¿Qué clase de secreto era aquél? ¿No éramos todos comunistas?” (Kadaré, 2008: 27).

Por el camino, otras mistificaciones, más que misterios, relacionados con tíos y tías, con suicidas e inmorales, con el abuelo de niño y su muerte, más producto del aburrimiento pueblerino que de otra cosa, van quedando resueltos desde la perspectiva infantil. Lo que viene a agigantar, en toda su enormidad de mastodonte, el misterio del Partido Comunista:[1]

 

“ese nombre, es decir, el del Partido, estaba en efecto por todas partes, nadie podía presumir de haberlo visto realmente. Lo que ella había encontrado en el bolsillo de su hermano era precisamente un ‘‘carné del Partido’’ (…) que certificaba la pertenencia de mi tío el menor a él, es decir, al Partido Comunista” (27)

 

El aura de misterio que rodeaba al Partido era alimentada con su propia parafernalia. Así,

 

“la orden era terminante: nadie podía contemplar con sus ojos un ‘‘carné del Partido’’. El comunista al que le sucediera tal catástrofe ya no tenía nada que esperar de la vida” (28).

 

Y el misterio se incrementaba todavía más en cuestiones de camuflaje:

 

“Tú creías estar delante de una peluquería de señoras, y aquello era sin embargo una oficina del Partido. Y así sucesivamente, una tienda de quesos, la oficina de Correos, la mercería donde se compraban encajes para trajes de novia. Tras su exterior apacible, en lo más profundo, al otro lado de cualquier puerta secreta, podía estar celebrándose una reunión secreta de miembros del Partido, todos provistos de sus ‘‘cartillas’’, que se agitaban unos a otros delante de las narices: que si te la he visto, que si no te la he visto, que si te suicidas, que si no te suicidas… ” (30).

 

Además, esta visión del ámbito comunista la completa la delirante visión que de los diferentes líderes como Lenin, Stalin o el propio Hoxha, tiene el niño, ridiculizando su crueldad.[2] Una “mirada inocente” que hiela la sangre del lector, con unas cargas de ironía que solo son permisibles gracias a la voz que Kadaré ha elegido para interpretar la sangrienta parafernalia que se estaba llevando a cabo: “Percibí el viento del mal en cuanto penetré en el patio exterior” (2008: 11), anuncia el narrador en el inicio de la historia. Será el viento quién con su presencia traiga los malos presagios, que no serán otros que la llegada del comunismo a Albania.

El propio autor, en una entrevista sostenida con Julian Evans para The Guardian, unos meses antes, reconoce que:

 

“los niños no quieren leer sobre el trabajo duro, lo que quieren es jugar. Les gustan los horrores, les gustan los fantasmas y las brujas y los magos. Odiaba los libros soviéticos, repletos de sol, de trabajo en el campo, de gozosa primavera, de alegre verano lleno de esperanza. La primera vez que escuché las palabras ‘‘esperanza’’ y ‘‘trabajo duro’’ me hicieron bostezar” (Kadaré en Evans, 2005b).

 

La oposición entre un clima socialista de sol refulgente y un clima balcánico de granizo establece también una oposición entre el aburrimiento estatalizado y lo interesante o divertido que radica en la individualidad imaginativa de cada persona. El hombre nuevo del mundo del realismo socialista, siempre bajo el sol luminoso era, curiosamente, irreal: estaba sumido en un mundo comunista frío que congelaba la vida interior y cualquier capacidad de expresión fuera de los cauces controlados.

En la misma entrevista con Evans, Kadaré explica el magnetismo que ejerció el clima helado en su imaginación al encontrarlo, por accidente, en un libro que leía de pequeño. Se trataba de una historia acerca de la creación del Ejército yugoslavo, narrada por el propio Tito:

 

“Estaba leyendo este libro, un día completamente aburrido cuando me topé con la frase ‘‘en aquel terrible, gélido invierno de 1942’’. Me quedé asombrado. Aquí, en este libro completamente estúpido, había encontrado una frase viva. Sonaba como literatura. Esas palabras ‘‘invierno’’, ‘‘terrible’’, ‘‘gélido’’: después, siempre busqué otras palabras como aquellas”.

 

Es la misma historia que narra el niño protagonista de Cuestión de locura. Los libros de la biblioteca han experimentado un súbito cambio con la llegada del comunismo y los preceptos del realismo socialista. En las lecturas ya no aparece “ningún paraje desolado, envuelto en bruma” (2008: 32). Entonces, cae en manos del niño En el sexto aniversario del ejército yugoslavo, de “Josip Broz Tito”. A primera vista, el libro no parece apasionante, pero

 

“en el libro de Tito, cuando hacía ya tiempo que había perdido toda esperanza, me tropecé al final con la frase siguiente: ‘‘En el curso de aquel glacial y terrible invierno del año 1942…’’. Casi no daba crédito a mis propios ojos, lo mismo que un caminante al toparse con una criatura viviente en mitad del desierto. La releí diez veces seguidas y, cada una de ellas, no cesaba de sorprenderme que aquella frase no se hubiera desecado ya en contacto con la multitud de palabras estériles que la rodeaban.

Lo mismo me ocurrió con la palabra ‘‘terrorífico’’, (…) la única de interés del libro del padre Anton Harapi” (33).

 



Existía una literatura aburrida, anestesiada y muerta, la oficial, en la que el sol del personaje positivo relumbraba a golpe de consignas, y una literatura original, misteriosa y oscura, con nubarrones oscuros repletos de adjetivos, prestos a descargar sobre personajes helados, paramos desolados y ventosos en donde los hombres vivían la congelación del totalitarismo. Así parece en El ocaso de los dioses de la estepa cuando Kadaré toma su riesgo al establecer esta tensión entre frío y oposición al régimen. En la narración, el escritor protagonista arriba a la capital soviética bajo la cortina de lluvia y pronto la ciudad muestra su hostilidad: “oleadas de hielo se cernían sobre el Moscú invernal” (1991: 147), afirmando que “todo estaba ahora cubierto por la nieve y esta parecía reclamar olvido” (78).

Otra forma de denominar este realismo socialista, pero desde el punto de vista de un niño acostumbrado a la lectura de libros de aventura, es con la palabra “aburrimiento”. El aburrimiento ha llegado a los libros, “los invade” con la instauración de la censura y los preceptos comunistas, tal y como se relata en Cuestión de locura. El capítulo titulado “El aburrimiento se impone” (2008: 31), se refiere al despojo de los elementos divertidos o de aventura en los textos, en beneficio de la ‘doctrina socialista’.

Así, ya desde los títulos de los volúmenes, se ofrecía un panorama donde “se percibía el aburrimiento”, tal y como eran esos “Hombres buenos de la estepa”, “La gran esperanza”, o “Primavera”, este último, además, en dirección contraria a la literatura antisolar que desarrollará Kadaré como reacción a este tipo de preceptos luminosos de construcción del comunismo. Para completar el panorama devastador se había iniciado una colonización con autores soviéticos para luego producir epígonos albaneses. Estos libros eran

 

“por todas partes trabajo, sonrisas radiantes, gentes de corazón de oro que competían por ver quién era el primero en ofrecer a su camarada su pan o su vestido” (32).

 
             El país, desprovisto de lenguaje, se asemeja, también, a un páramo glacial. Por ello, no es de extrañar que en  Cuestión de locura, el capítulo número 6 se titule con un “Comienzo del invierno”, y en él se hace referencia, de una forma determinante, a las primeras lenguas que el comunismo prohibió enseñar en las escuelas: el latín y el francés, después el griego clásico. Antes, ya había sido erradicado el turco. Todos ellos son sustituidos por el ruso. Se iniciaba la glaciación lingüística de Albania (Kadaré, 2008: 55-60). Además, Kadaré remacha este inicio del invierno con un más que significativo “el Partido Comunista emergía por fin de entre la bruma” (62), y lo hacía de la mano del invierno y del frío, para ya no separarse de ellos en toda la literatura antisolar de su autor.




[1] Es necesario recordar aquí que el Partido Comunista en Albania se comportó de la misma forma que lo hizo en Yugoslavia tras la toma del poder, y se movió en la clandestinidad durante algunos años mientras en el gobierno daba la cara un partido denominado Frente Democrático. De ahí que el niño que nos narra esta Cuestión de locura se queda ciertamente sorprendido acerca de un asunto tan chocante: “El Partido, aunque estaba en el poder, era sin embargo clandestino” (2008: 27) Y una nota del traductor nos recuerda, oportunamente, que este hecho aquí traído por Kadaré, la clandestinidad del Partido Comunista durante los primeros años de control del Frente Democrático de Albania, es un suceso poco recordado en el país (27, n. 3). “Pues si era tan poderoso, ¿por qué se ocultaba?” (29).
[2] De Lenin dice que “un primo le había dicho (…) que ese tenía aspecto de bonachón, pero si se le metía entre ceje y ceja, te podía despachar en menos que canta un gallo. La decepción fue total. El tal Lenin no sólo no había matado a nadie (…) sino que incluso había sido incapaz de acertarle a un zorro que le salió al paso, tan buen corazón tenía que le temblaban las manos. Mequetrefe mayor era imposible encontrarlo” (2008: 32-33). De Stalin, “había escuchado (…) que a este Stalin sus enemigos le llamaban ‘‘el genio del mal’’, dicho de otro modo: un hombre terrible entre los terribles (…) No sólo no tenía nada de ‘‘genio del mal’’, sino que era el más chocho de todos. Saltaba a la vista que no tenía nada bajo control allí. Todos se la pegaban (…) mientras él, como buen pánfilo que era, se pasaba el día pensando en hacerse fotografías con los niños”. Y antes: “Por si no bastara con la insoportable mansedumbre que  rezumaban sus sienes canosas, incluso su bigote” (36). De Hoxha: “Según el primo de Ilir (…) en una sola noche se había quitado de en medio al enano negro Koçi Xoxe y a otro jerarca, uno de dos metros (…) Al menos se podía creer que había estrangulado efectivamente al enano. Aunque más tarde todo se fue al garete: sonrisas, saludos con la mano, bondad, flores, en una palabra todo almíbar, todo miel (37). Esta ironía, que teóricamente dulcifica la crueldad de los líderes, aumenta lo terrible de sus actos con el inocente punto de vista infantil.